Hay historias con finales felices, las hay también dolorosas y que no sabes cuándo terminarán. Pero todas llevan un aprendizaje, una lección y al final, haciendo análisis del saldo, sabes perfectamente, qué es lo que quedó, al menos de tu lado.
En esta ocasión, por mi lado hoy quedó una mujer fuerte, que sabe a conciencia lo que quiere y necesita, cuyo amor es único y por ningún motivo lo regala. Sabe que a veces la noche se torna larga, parece interminable, pero mientras pasa no se descuida y mantiene su atención puesta en lo importante.
Quedó una mujer firme en sus convicciones, que no viola sus reglas y por el contrario, las hace valer. Una mujer que sabe que así es la vida, que no siempre sucede lo que se desea y no por eso se desequilibra.
Quedó una mujer que lleva dentro un amor real, uno dispuesto a compartirse, capaz de crear cosas bellas, de apoyar, de generar satisfacciones, un amor que propicia confianza y ofrece lealtad y calma.
Quedó una mujer que no se menosprecia, que se antepone a sí misma en cualquier circunstancia. Una mujer que ya no siente culpa por desdichas, ni depresiones ajenas, que ya no acepta reproches infundados, ni tolera berrinches y escenas infantiles; ya no se siente responsable por decir lo que piensa y siente, aunque el otro se ofenda.
Esta vez quedó una persona distinta, intolerante en un sentido favorable; ahora sé, que no soy un psicólogo, un terapeuta o algún tipo de sanador que cambiará otras vidas, que podrá librarlas de ataduras y complejos, que limpiará en sus mentes toda la porquería acumulada, porque antes eligieron una vida equivocada.
No puedo responsabilizarme de vicios, histerias, inseguridades, manías, alucinaciones, complejos, fobias, psicosis, fracasos, penas y golpes ajenos. ¡No!
Yo también los he tenido, he padecido un poco de todo ello, me he equivocado y he tenido malas decisiones, pero no voy por la vida cargando con ellos, he aprendido a soltar. Sería una locura cargar con tanto desecho y aun hacer que aquéllos que me acompañen en el viaje, carguen también con eso.
Acepto que no soy perfecta, pero estoy consciente y me mantengo alerta, al menos ahora, ya puedo deslindarme de personas «muertas». Ahora sé que llevar a cuestas historias inconclusas apesta, que estancarse es abandonarse, conformarse es despreciarse y ofrecerse es no quererse; sé que aceptar mentiras es ser cómplices y aparentar es negarse, que para discutir se necesitan dos y que justificar y aceptar estupideces, te hace más estúpido a ti.
Mi saldo, querido… Es a favor. No me debes nada, disculpa no ocuparme del tuyo e informarte lo que quedó de ti, pero no tengo tiempo, suficiente ya te di.
Anda y ve por la vida, aprende de ella y trata de ser feliz, quizá mañana aprendas que a este mundo vienes a disfrutar, no a padecer y si no lo comprendes, espero en el camino aceptes, que no debes arrastrar hacia tus traumas a los demás.
Te informo que la lección, cariño… Es individual.
Por: Laura Calderón